Madrid, 16 de Agosto de 1.939
Queridas amigas: Heme
aquí de nuevo vivito y coleando y extirpada ya de mi cuerpo la
gruesa capa de hollín que le cubría a la llegada a ésta, después
del largo y demoledor viaje en una de esas especies de tortugas
andantes por cuyas ventanillas entra a todas horas un humo nada
limpio ni higiénico.
El tren para Zaragoza
llegó a Manresa bastante retrasado y muy lleno de personas y bultos,
lo que ocasionó que tuviese que ir hasta Lérida de pie y a partir
de esta ciudad muy prensado entre dos obesas señoras y sin pegar un
ojo. Pero en Zaragoza donde pasé varias horas tuve tiempo de
descansar y aún de pasearme durante buen rato por la capital, que
aunque muy antigua tiene modernas calles y edificios en el centro y
además le da muy buen aspecto el rio Ebro, que pasa por el interior
y lame los pies del templo del Pilar.
Desde esta ciudad a
Madrid, el viaje se efectuó en mejores condiciones ya que lo hice en
vagón de primera, aunque a pesar de ese lujo no carecía de esos
insectos que tanto abundan por aquí en verano.
Llegué a Madrid
puntualmente para ir a arreglarme un poco y llegar a la hora a la
oficina con que no tuvieron que decirme ni una palabra. Además,
durante el camino no encontré nadie que pusiese el más mínimo
inconveniente el pasaporte que llevaba con lo que me convencí que la
“simpática” taquillera de Sabadell es la única que a todo
encuentra peros.
Y tú Teresa, ¿
guardaste buena impresión de la visita a Navarcles? Espero que sí
y a ver si vuelves a visitarlos otro día.
Por hoy nada más que
recuerdos a todos y no preocuparse.
Adiós
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