Querida Francesca: tu carta animada y
optimista ha venido a apartar unos momentos la monotonía de mi vida
de hospitalizado que se reduce a las mismas vulgaridades de cada día.
Debido al gran número de hospitalizados que llegan continuamente, se
han visto obligados a aprovechar todas las salas para poner camas y
seguramente que también destinarán el local donde hacían las
representaciones teatrales para este objetivo; por este motivo ya
hace una serie de días que no nos obsequian con espectáculos.
Y, ¡mira qué lástima! Ahora que han
quitado las guardias y podría circular libremente por estos
tentadores parajes, las órdenes rigurosas del doctor me obligan a
estar recluido como el más penitente de los anacoretas, sin poder ir
a la búsqueda de bellos puntos de vista; un par de veces que he
intentado hacer alguna inocente escapatoria por la soleada plaza, el
voluminoso y pesado cuerpo del “matasanos “ apareciendo por sorpresa me ha obligado a camuflarme deprisa en cualquier portal o
rincón. Actualmente es muy peligroso desacatar las órdenes que nos
dan.
Pero no creas que me quejo
de mi actual situación ni que deseo que mi suerte cambie. Cuando
pienso las terribles penalidades que me he ahorrado estando alejado
del frente esta temporada, bendigo mi fortuna.
Mensajeros del frente han venido a
traerme deplorables noticias. Unos compañeros de mi compañía
recientemente llegados a este hospital. División a la que
pertenecía entrada ya en combate ha sufrido un terrible
quebranto, siendo muy doloroso saber que muchos de los
compañeros con los cuales había convivido tantas horas amargas han
dejado ya de existir o están heridos o prisioneros. La primera
compañía a la que pertenecían Prunés y otros Sabadellenses
han quedado totalmente copadas por el enemigo; afortunadamente los
dos compañeros de Sabadell con quienes siempre íbamos juntos no han
sufrido hasta ahora ninguna desgracia. Es desesperante leer cada día
en el comunicado oficial de guerra que nuevos pueblos de nuestra
bella Cataluña van cayendo con el sacrificio inútil de tantas vidas
bajo el peso de la invasión. Si no has visto ninguna población que
haya sufrido de lleno los horrores de la guerra no puedes imaginarte
el espectáculo desolador que presentan; si siguen apoderándose por
la fuerza brutal de nuestra amada región, ésta quedará arrasada como el
paso destructor de los bárbaros de Atila.
Pero he hecho mal en contarte
cosas tan dolorosas que puede ser te hayan puesto pesimista; pero estaba todavía bajo la influencia de las recientes noticias,
y te lo he dicho impulsivamente, pareciendo que el corazón se
ensanchaba un poco pudiendo contar los pesares a una persona que te
comprenda y aprecie.
Y venciendo el pesimismo hay que esperanzarse, pensar que una tragedia tan grande no puede alargarse más y
que una aurora brillante de paz y bienestar se aproxima para
compensarnos de las muchas penalidades que hemos sufrido; que
podremos de nuevo vernos todos juntos y reunidos, disfrutando de la
alegría de vivir.
Que placenteras debían resultarte
las vacaciones al lado del mar con la alegría de un examen
satisfactorio y con nuevos ímpetus para recomenzar la vida
estudiantil. Ahora bien, con la movilización de tantas nuevas quintas
casi no deben quedar profesores...
Me has hecho anhelar con tu acertada
y vibrante descripción del mar, nuestro azul e inigualable mar
Mediterráneo; es cierto que como la montaña no hay nada, ya que a
cada momento presentan nuevas sorpresas y atractivos, pero el mar, con
su eterna y amorosa canción invita a balancearse plácidamente sobre
sus deslizantes olas y abandonarse al reposo y a la meditación.
Mi salud sigue inmejorablemente en
esta montaña donde el clima es también tan sano y confío que
pronto bajará el rigor de las órdenes del médico y podré ir a
hacer exploraciones por estos lugares.
Espero con impaciencia la carta de
Teresa ya que me ha hecho tener curiosidad con vuestra insinuación:
“la solución mañana”. ¡Paciencia!...
Muchos y afectuosos recuerdos a
todos tus familiares y tu recibe un cordial saludo del amigo
F. Mimó
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