Alcalá de Henares, 7-2-42
(Feliz mes en que las mujeres hablan menos)
“Ni un lugar sin mi retrato ni un puchero sin boniatos”
“Él”
Srta. Francesca Lladós
Sabadell
Querida Francesqueta: Después de
pasar 25 días llenos de felicidad, alegría y otras hierbas tales
como las farinetas y boniatos en compañía de mi familia he tenido
que reincorporarme a la vida castrense, desgracia que te comunico en
la presente.
Para los que aman Cataluña es un
suplicio abandonarla pues precisamente viviendo lejos de ella hemos
aprendido a comprenderla y a darnos cuenta de lo que significa ser
catalán. De todas maneras he de tener paciencia pues estoy alejado
de ella por mi mala cabeza, y según dice un refrán “sarna con
gusto no pica”.
He tenido ya varios permisos pero
ninguno como este me ha facilitado tantas novedades. Entre ellas cabe
destacar la visita que el Caudillo Franco hizo a las tierras
catalanas, grandísimo honor que valdría la pena registrar en
nuestra maltrecha historia. No sé que tal debió ser la visita a
Sabadell pero tomando como botón de muestra la que nos hizo a
Terrassa y teniendo en cuenta las “invitaciones” que hacía Radio
Sabadell no hay que pensar mucho para comprender que también sería
algo extraordinario en cuánto a espontaneidad y entusiasmo se
refiere. El día 27 la ciudad de Terrassa lució sus mejores trapitos y
las mesnadas obreras fueron encuadradas en sus respectivas empresas
para rendir homenaje al que tanto se desvela por el bienestar de los
catalanes.
Aunque de menos importancia para
el devenir de la nación que esta gran visita hay que remarcar otro
hecho que afecta más directamente mi existencia; se trata de aquel
incipiente idilio del que te hice una pequeña referencia. Es dicho
popular que: “desgraciado en amores afortunado en el juego” pero
eso es del todo inexacto, o al menos en mi caso particular. Dos
veces he intentado cursar esta asignatura del amor, tan vieja pero
siempre nueva. La primera vez fuiste tú, bien lo sabes, quien tuvo la
virtud de suscitar en mi corazón un torrente de pasiones que
seguramente todavía no han desaparecido del todo. Me obsequiaste con
la cucurbitácea más grande que registra la historia amorosa, sin que
eso fuera motivo de disgusto para mí, entiéndase, disgusto en lo que
a nuestra amistad se refiere, pues sólo yo sé el gran desencanto
que este ruidoso fracaso me produjo; en efecto, aquel convivir en el
Instituto me había hecho darme cuenta de que tú representabas una
chica hecha a la medida de mi manera de ser, que ya es mucho decir,
pues yo mismo reconozco que tengo un temperamento un poco raro de
comprender. No he querido nunca pecar de iluso pero durante una
temporada tú me correspondías, sí Francisqueta, las atenciones que
tenías conmigo no las tenías con los otros compañeros. No habría
tenido que enamorarme nunca de ti y así me habría evitado un gran
sufrimiento moral. Recuerdo con tristeza aquellos días amargos de la
derrota en que huyendo hacia tierras extrañas sentía crecer mi amor
en progresión geométrica. A medida que me alejaba de ti más
grandes eran mis sentimientos. Después vinieron aquellos días
grises del campo de “veraneo” Fueron pocos días pero muy
crueles, tanto, que si mi estancia allí se hubiera prolongado creo
que no lo hubiera resistido con éxito. Tú y sólo tú ocupabas mi
pensamiento; aquella ociosidad forzada fomentaba la idea de pensar
con los seres queridos. En plena fiebre de amor escribí a mi padre
para que te fuera a ver, no fuera el caso de que te hubiera ocurrido cualquier
cosa.
Llegué a casa dispuesto a empezar
de nuevo, mi vida anterior estaba aniquilada, todos aquellos bellos
proyectos que nacían en aquel ambiente del Instituto se habían
esfumado. Parecía totalmente un sueño y verdaderamente desperté
cuando a mi requerimiento me dijiste que no, un “no” rotundo que
me dejó el espíritu hecho un bloque helado de nata. Desde aquella ocasión
no me había preocupado más del sexo contrario, hasta conocer la que
ahora ocupa un lugar predominante en mi caletre.
El solo hecho de ser yo militar es
propenso a hacerte suponer que mi vida debe estar íntimamente
relacionada con el elemento femenino. No seré tan necio de hacerte
creer que soy un santo pero si quiero hacerte constar que las
pequeñas aventuras que marcan mi existencia militar son episodios
banales.
El amor de ahora, lo adquirí ya
hace un tiempo y también entonces me habría convenido mejor no
empezar, en efecto, a pesar de que ella corresponde con todas sus
fuerzas a mis sentimientos, hay una nube que enturbia el feliz
desenlace del idilio, y es que ella pertenece a un mundo muy
diferente al mío. Mientras yo soy hijo de una familia como tantas, ella tiene el privilegio de pertenecer a una familia de las más
distinguidas de Terrassa. Su padre es propietario de varias fábricas
de tejidos. Precisamente por lo que digo más arriba, o sea que yo no
vivo de ilusiones estoy viendo que ella me quiere ahora por que se
encuentra viviendo aquella fase de la vida en que solamente habla el
corazón. Todos los actos están supeditados al corazón y solamente
esta vivo para querer, pero, ¡ah! volviendo a los refranes, hay uno
que dice: “en amor todo lo que no son pesetas son puñetas” y
supongo que ella también lo debe saber, y por eso cuando tenga unos
añitos más creo que el interés anulará el amor y yo me quedaré en
la luna de Valencia. De todas maneras también he visto casos en que
el amor triunfa ante todo y no son precisamente en las novelas de
este inocente Folch y Torres.
Todos estos fracasos harían
suponer a cualquiera que la lotería nos traerá agradables sorpresas
enseguida, pero lo cierto del caso es que nunca me ha tocado ni uno
de los “iguales”. En contra mía tengo la circunstancia de verme
obligado a hacerle el amor por carta, pero tengo el consuelo de
pensar que dentro de 22 meses ya seré libre para dedicarme a
quererla de cerca, admitiendo que antes no haya una ruptura de las
relaciones.
El tercer acontecimiento
remarcable del permiso fue nuestra entrevista y sobretodo la lectura
de aquella carta que estabas a punto de enviarme.
La leí repetidas veces pues
tienes una redacción que me encanta, ya que desdicen mucho de mis
aburridas cartas y habla mucho en favor tuyo, pues por regla general
las cartas de chicas son tontas e insustanciales. Tú eres diferente y
cada carta tuya es una muestra de tu alta personalidad. Puedes creer
que “aquel” de Astorga tiene una gran suerte, digno de ser
envidiado, al contar con tu amor y sobre todo con tus cartas de amor
que deben ser una cosa seria. Dices que perdone tu tardanza y yo
pienso que no tengo que perdonarte nada, muchas gracias, pues aún quieres
distinguirme con la gentileza de escribirme alguna carta a menudo.
No soy tan rencoroso como para
desperdiciar una ocasión de saludarte personalmente bajo la
influencia de un enfado cursi, por lo tanto protesto de tus palabras
y suposiciones que dan a entender que no me conoces mucho.
Cartas como las tuyas me alegran
infinitamente, pues me traes el recuerdo de Cataluña y además son
una inyección para mi espíritu.
Escríbeme, Francisqueta,
escríbeme, que tus cartas serán, siempre y cuando lleguen, muy bien
acogidas y enseguida contestadas.
Contra mi voluntad tengo que poner
punto y final, pues esta a punto de tocar aquella chusqueril “fagina”
y ya sabes que el estómago no entiende de razones y menos en estos
tiempos.
Antes de acabar te diré que mi
aparato está gravemente averiado y no podrá volar en mucho tiempo.
Saluda a tu familia y en cuanto a
ti, recibe el afecto que te profesa tu amigo
Ramón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario