Madrid, 9 de Febrero del
1940
Queridas amigas:
Vuestra carta ha
llegado puntualmente y sin novedad a mi poder, produciéndome la
satisfacción que podéis comprender.
Siento de verdad que
“papá invierno” os haya hecho pasar tan malos ratos con grave
peligro de destapar la ración de constipados que creo que todos
llevamos en el interior de nuestro cuerpo. Creo que tienes una buena
parte de razón, Francesca, de no querer plantar mucha cara a este
frio condensado que la presente estación deja caer sobre nuestras
cabezas, ya que además de la irritación que produce en nuestros
sabañones, una vez pasan unas cuantas horas, además de perder la
belleza que le daba su blanca tonalidad, es un gran peligro para
nosotros, desdichados peatones que hemos de deslizarnos sin patines
por su helada superficie.
Ahora, al menos por
aquí, y creo que será en general, ya ha pasado el peligro.
-Señores, pueden salir tranquilamente de los refugios y lanzarse a
la calle, que el frio se ha dado por vencido y ha optado por dejar
paso al buen tiempo-.
Después de unos días
de niebla baja, espesa y húmeda que se introduce hasta el tuétano
de los huesos, el sol sacó la nariz, primero tímidamente y después
con valentía, fundiendo los últimos restos de nieve que habían
quedado por lugares inexplorados.
Como fue en domingo el
día de este feliz acontecimiento, quisimos compensarnos los días
de clausura total, al mismo tiempo que desentumecíamos nuestros
miembros ya encogidos, y nos aventuramos junto con un compañero a
salir de la urbanización lanzándonos a las afueras, estos
tristes campos deforestados, desolados y sin árboles, socavados de
trincheras y sembrados de hierros viejos que en días ya casi
remotos, fueron mortíferos. Los estanques y charcos de agua estaban
helados y el interior de las fortificaciones con un buen grueso de
nieve, todavía. Los pocos árboles o arbustos que quedaban de pie
fueron podados o arrancados a golpes de hacha por un tropel de
míseros niños y mujeres que buscaban en la naturaleza lo que la
civilización no les da para calentar la fría casa.
Nos adentramos otra vez
por las calles malolientes de gasolina, metiéndonos por las bocas
oscuras y olorosas del “Metro” cansados de tanto saltar por
encima del laberinto de trincheras y con los zapatos pesados del
grosor de barro que llevaban, pero no obstante habíamos respirado un
poco de oxigeno y el sol nos había tocado de lleno... Y nuestros
estómagos acostumbrados al rancho se tragaban sin problemas lo que,
humeando todavía, nos esperaba.
¿Será factible que cuando pueda volver a ir podamos llevar a cabo una excursión de verdad?... ¡¡Y pueda ver montañas y pinos y ríos y vegetación frondosa!! Cosas estas, que la Naturaleza ha negado a este terreno poco afortunado.
¿Será factible que cuando pueda volver a ir podamos llevar a cabo una excursión de verdad?... ¡¡Y pueda ver montañas y pinos y ríos y vegetación frondosa!! Cosas estas, que la Naturaleza ha negado a este terreno poco afortunado.
Respecto a las “fotos”
no me corren mucha prisa, ya que para tener un sobresalto en
cualquier momento estoy a tiempo. Mejor que me equivoque, ¿no?
Me alegro que al menos
fuese de vuestro gusto la película “Horizontes perdidos” que
no dudé en recomendaros pues me parece que ha de gustar a
todos los amantes de la naturaleza.
Aquí la han de estrenar
todavía, igual que otras muchas de las que en Barcelona ya son
viejas. No obstante no me preocupa mucho ya que por ahora he dejado
de ser asiduo concurrente a los locales cinematográficos, por el
doble motivo de economía y falta de tiempo, y sólo pienso acudir a
proyecciones de excepcional importancia. Las lecciones escolares se
cuidan de llenarme el tiempo en que podría intentar visitarme la
monotonía.
Una novedad lastimosa en
contra del arte y el buen gusto tengo que daros. -Buscar en el
bolsillo y sacar un pañuelo para recoger las lágrimas que
inevitablemente han de caer de vuestros ojos- ¿Os acordáis que
os hable de la decoración hasta arriba de nuestra habitación con
toda especie de recortes de caras agradables? Esto hacía de nuestra
habitación la más elegante y admirada de nuestra morada, cuando de
pronto la noticia de que tenía que venir a hacer revisión general una
elevada personalidad de nuestro ramo, nos obligó a la ignominiosa y
indignante empresa de arrancar todo cuanto allí había de atrayente y
decorativo, dejando las paredes más lisas que un cielo sin
nubes. Además nos vimos obligados a pasar toda la mañana entera,
con los botones más que abrochados atenazados, desde la punta del
zapato hasta el de arriba de la nuez del cuello.
Todo para ver en el
espacio de unos segundos, una puerta que se abre, una voz que manda:
“en pie”
un ruido desorbitante de
sillas que se mueven y pies que se levantan sobre su base, una cara
que aparece en el dintel y expande con la garganta un sonido que se
supone es de aprobación... La puerta se cierra, todo el mundo lanza
un suspiro de satisfacción, los botones que oprimían se desabrochan
y todo vuelve a la normalidad.
Os ruego me perdonéis
si he dejado escapar algún lapsus ortográfico como también si os
he aburrido con tanto rollo. Sólo os pido que os venguéis, si el
tiempo y las ganas os lo permiten, con otro tanto.
También os suplico me
excuséis si no puedo contestaros siempre en nuestra lengua, pero
como podéis comprender me comporta algunos inconvenientes. Ah!!...
¡¡Si todos los “catalanofobos” que hay por aquí sospechasen lo que
estoy haciendo!! Cómo "rechinarían” los dientes y me morderían
con todas sus fuerzas si pudiesen, Y además es muy indignante tener
que escribir en dos papelitos, uno encima y otro debajo, para evitar
las miradas indiscretas que sondean con curiosidad... “Marditos curiosos”.
Bien, pero todo ha estado
compensado por la satisfacción de poder escribir TODA una misiva en
nuestra lengua catalana.
(¡¡Otra línea que me sale en pendiente!! Esto es por culpa de los papelitos que os decía, que no me dejan tener una visión global y me hacen ir torcido)
(¡¡Otra línea que me sale en pendiente!! Esto es por culpa de los papelitos que os decía, que no me dejan tener una visión global y me hacen ir torcido)
Hasta pronto
Florencio
Recuerdos
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