Pontevedra 6 de mayo de 1940.
Mi buena amiga Francesca:
No sabes la alegría que
tuve al recibir tu grata letra del 21 del pasado, y poder leer en
ella todo cuanto dices de que mi presente –digamos de cumpleaños-
es de tu agrado; lo celebro infinito y me felicito de haberte enviado
una cosa que de verdad te complaciese, y más, que te llegase
precisamente pocos días antes de que cumplieses tus… diez y nueve?
Te deseo de todo corazón que muchos años más, puedas celebrar
felizmente ese día en compañía de tus familiares.
¡Cuánto me hubiera
gustado el poder entregarte personalmente los “zuequitos”!, y
decirte bien
serio que
contrariamente a lo que llegaste a suponer (cosa que me dolió
mucho), no tengo nada de olvidadizo y creo que aunque intentase por
algún concepto el de dejar de recordarte, me sería imposible
completamente. No es que me ofendiese ni tan solo me molestase tu
anterior carta, sino que me fue muy agradable el poder comprobar que
como yo, también vosotros esperáis con alguna impaciencia mis
noticias; reconozco mi culpabilidad al dejar de corresponderte como
debía, y por lo tanto creo que debo ser yo el que te ha de pedir
perdón.
Verdaderamente lamento
que vuestras reuniones en casa de Lasalle, hayan dejado de
celebrarse, ya que creo que será motivo de disgregación entre los
agradables componentes de la cuadrilla; poco a poco os iréis
separando casi sin daros cuenta, llegando hasta el punto de que, de
aquella cuadrilla tan numerosa, tan bien avenida y tan unida por los
mismos sentimientos y ambiciones, solamente resten tres o cuatro
amigos que la amistad adquirida los haya hecho inseparables. Tú
misma ya te crees forastera entre ellos, cuando bien sabes que eres
una de las principales del grupo femenino; sería para mí muy
doloroso, que al llegar de nuevo a esa dentro de unos meses (que
desgraciadamente me parece que serán todavía muchos) me encontrara
con que os habíais separado completamente, abandonando vuestras
reuniones y excursiones colectivas. ¡Verdad que eso no llegará a
suceder!.
Mimó me envió varias
fotos que me alegró mucho el recibirlas, pero en ninguna de ellas
estás tú; recientemente ¿no os habéis hecho ninguna en la que tu
simpática figura no falte?, celebraría recibir una en la que se
pudiese admirar la encantadora Francesca, la de los diez y nueve años
y la de la eterna sonrisa ¿la recibiré?
Si Françina si, cuando
me enviaste aquella notita en que me decías, no sé si con ironía o
seriamente que tenia traza para dibujar, también preguntabas: “…
¿qué representa la figura del pequeño esquiador, es que acaso
tenéis nieve en Pontevedra?”. Será mejor que olvidemos, no el
pequeño esquiador que continua en su puesto, sino el comentario que
no tiene importancia y que quizás traería consigo algún otro no
menos importante.
En mi última, olvidé
decirte que desde hace varias semanas hemos conseguido unas mejoras
que nos ayudarán eficazmente a hacernos menos odiosa nuestra vida
militar. Ya no dormimos en el local de la Compañía con a
“muchedumbre”, donde estaba uno obligado a acostarse temprano,
guardar buen silencio, y lo que es peor, cada tres o cuatro días
hacer el servicio de imaginaria que aunque no es muy pesado no tiene
nada de agradable. Ahora tenemos tres habitaciones cerca de las
oficinas, habilitadas para dormitorios del personal oficinista, nos
acostamos cuando nos place, dormimos tranquilamente sin temor de que
nos despierte el sargento con el cinto, y nos levantamos cuando
queremos, siempre que no sea una hora muy avanzada, habiendo tomado
antes de levantarnos el café con leche que este mes parece sea mucho
mejor que los anteriores, (nos lo trae uno que tiene la costumbre de
levantarse muy temprano). Por otra parte, aunque hubiéramos
continuado pernoctando en la compañía, para mí habían acabado ya
los imaginarias nocturnas, ya que he de decirte que desde hace muy
poco, me ascendieron a cabo, quedando en mi actual destino; si por
algo celebro mi ascenso, no es por otra cosa que por si tuviese la
desgracia –que no creo posible- de que perdiese el destino, siempre
estaría mejor de cabo que no de soldado raso, sobre todo cuando hace
mal tiempo y se ha de hacer guardia a la intemperie.
Me sabe muy mal el tener
que decírtelo, pero me temo que si no lo hago ahora, después no
llegue a tiempo; me es sumamente agradable el recibir vuestras cartas
escritas en vuestro idioma, que casi considero el mío, sin tener
que traducirlas al del inmortal Cervantes, al leerlas tal como me lo
diríais de palabra se hacen más gratas y solamente tengo que
recordar vuestra fisonomía, para que pueda hacerme la ilusión
completa de que me encuentro conversando con vosotros; yo mismo creo
que me expresaría mucho mejor en catalán que como lo hago, pero he
de amoldarme a las circunstancias y escribir en el idioma del
Imperio. Te ruego que en lo sucesivo lo hagas tú también, ya que se
ha dado el caso de que aunque no existe la censura, un Oficial le ha
dado por abrir la correspondencia de los soldados y, no me gustaría
nada que una de las vuestras pasase por tal trance, no es que lo haga
por egoísmo personal, sino que también temería que la represalia
os alcanzase a vosotros. Repito que siento mucho el tener que
decirlo, pero lo hago por el bien de todos.
Nada mas por hoy mi buena
amiga, da recuerdos a tus familiares de mi parte así como a todos
los de la cuadrilla y tú recibe lo que más quieras de tu buen amigo
que te recuerda.
R. Izquierdo
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