lunes, 1 de abril de 2013

Florenci Mimó 9 de febrero de 1940





Madrid, 9 de Febrero del 1940


Queridas amigas:


Vuestra carta ha llegado puntualmente y sin novedad a mi poder, produciéndome la satisfacción que podéis comprender.

Siento de verdad que “papá invierno” os haya hecho pasar tan malos ratos con grave peligro de destapar la ración de constipados que creo que todos llevamos en el interior de nuestro cuerpo. Creo que tienes una buena parte de razón, Francesca, de no querer plantar mucha cara a este frio condensado que la presente estación deja caer sobre nuestras cabezas, ya que además de la irritación que produce en nuestros sabañones, una vez pasan unas cuantas horas, además de perder la belleza que le daba su blanca tonalidad, es un gran peligro para nosotros, desdichados peatones que hemos de deslizarnos sin patines por su helada superficie.

Ahora, al menos por aquí, y creo que será en general, ya ha pasado el peligro. -Señores, pueden salir tranquilamente de los refugios y lanzarse a la calle, que el frio se ha dado por vencido y ha optado por dejar paso al buen tiempo-.

Después de unos días de niebla baja, espesa y húmeda que se introduce hasta el tuétano de los huesos, el sol sacó la nariz, primero tímidamente y después con valentía, fundiendo los últimos restos de nieve que habían quedado por lugares inexplorados.

Como fue en domingo el día de este feliz acontecimiento, quisimos compensarnos los días de clausura total, al mismo tiempo que desentumecíamos nuestros miembros ya encogidos, y nos aventuramos junto con un compañero a salir de la urbanización lanzándonos a las afueras, estos tristes campos deforestados, desolados y sin árboles, socavados de trincheras y sembrados de hierros viejos que en días ya casi remotos, fueron mortíferos. Los estanques y charcos de agua estaban helados y el interior de las fortificaciones con un buen grueso de nieve, todavía. Los pocos árboles o arbustos que quedaban de pie fueron podados o arrancados a golpes de hacha por un tropel de míseros niños y mujeres que buscaban en la naturaleza lo que la civilización no les da para calentar la fría casa.

Nos adentramos otra vez por las calles malolientes de gasolina, metiéndonos por las bocas oscuras y olorosas del “Metro” cansados de tanto saltar por encima del laberinto de trincheras y con los zapatos pesados del grosor de barro que llevaban, pero no obstante habíamos respirado un poco de oxigeno y el sol nos había tocado de lleno... Y nuestros estómagos acostumbrados al rancho se tragaban sin problemas lo que, humeando todavía, nos esperaba.

¿Será factible que cuando pueda volver a ir podamos llevar a cabo una excursión de verdad?... ¡¡Y pueda ver montañas y pinos y ríos y vegetación frondosa!! Cosas estas, que la Naturaleza ha negado a este terreno poco afortunado.
Respecto a las “fotos” no me corren mucha prisa, ya que para tener un sobresalto en cualquier momento estoy a tiempo. Mejor que me equivoque, ¿no?

Me alegro que al menos fuese de vuestro gusto la película “Horizontes perdidos” que no dudé en recomendaros pues me parece que ha de gustar a todos los amantes de la naturaleza.

Aquí la han de estrenar todavía, igual que otras muchas de las que en Barcelona ya son viejas. No obstante no me preocupa mucho ya que por ahora he dejado de ser asiduo concurrente a los locales cinematográficos, por el doble motivo de economía y falta de tiempo, y sólo pienso acudir a proyecciones de excepcional importancia. Las lecciones escolares se cuidan de llenarme el tiempo en que podría intentar visitarme la monotonía.

Una novedad lastimosa en contra del arte y el buen gusto tengo que daros. -Buscar en el bolsillo y sacar un pañuelo para recoger las lágrimas que inevitablemente han de caer de vuestros ojos- ¿Os acordáis que os hable de la decoración hasta arriba de nuestra habitación con toda especie de recortes de caras agradables? Esto hacía de nuestra habitación la más elegante y admirada de nuestra morada, cuando de pronto la noticia de que tenía que venir a hacer revisión general una elevada personalidad de nuestro ramo, nos obligó a la ignominiosa y indignante empresa de arrancar todo cuanto allí había de atrayente y decorativo, dejando las paredes más lisas que un cielo sin nubes. Además nos vimos obligados a pasar toda la mañana entera, con los botones más que abrochados atenazados, desde la punta del zapato hasta el de arriba de la nuez del cuello.

Todo para ver en el espacio de unos segundos, una puerta que se abre, una voz que manda: “en pie”

un ruido desorbitante de sillas que se mueven y pies que se levantan sobre su base, una cara que aparece en el dintel y expande con la garganta un sonido que se supone es de aprobación... La puerta se cierra, todo el mundo lanza un suspiro de satisfacción, los botones que oprimían se desabrochan y todo vuelve a la normalidad.

Os ruego me perdonéis si he dejado escapar algún lapsus ortográfico como también si os he aburrido con tanto rollo. Sólo os pido que os venguéis, si el tiempo y las ganas os lo permiten, con otro tanto.

También os suplico me excuséis si no puedo contestaros siempre en nuestra lengua, pero como podéis comprender me comporta algunos inconvenientes. Ah!!... ¡¡Si todos los “catalanofobos” que hay por aquí sospechasen lo que estoy haciendo!! Cómo "rechinarían” los dientes y me morderían con todas sus fuerzas si pudiesen, Y además es muy indignante tener que escribir en dos papelitos, uno encima y otro debajo, para evitar las miradas indiscretas que sondean con curiosidad... “Marditos curiosos”.

Bien, pero todo ha estado compensado por la satisfacción de poder escribir TODA una misiva en nuestra lengua catalana.
(¡¡Otra línea que me sale en pendiente!! Esto es por culpa de los papelitos que os decía, que no me dejan tener una visión global y  me hacen ir torcido)

Hasta pronto


Florencio

Recuerdos

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