Zaragoza,
27 de Octubre de 1940
Señorita
Francisquita Lladós - Sabadell
Gentil
amiguita: Para que veas que me acuerdo de ti cojo la pluma para
escribirte cuatro líneas. Supongo que debes continuar tan bien como
siempre; por mi parte también estoy divinamente gracias a Dios. Tal
como me dijiste, al llegar a Zaragoza encontré tu carta que ya
estaba toda harta de tanto esperar. Algún aprovechado había
sacado los sellos y si se quedó sin abrir fue puro milagro. Espero
de tu gran corazón que perdonarás la mala pasada que te hice al no
ir a visitarte aquel día, pero tal como dices tú, fue una acción
de represalia para responder a tu anterior carta exponente claro de
tu graciosa tranquilidad. De todas maneras eres muy simpática
porque al menos me haces unas cartitas que parecen un misal por lo
extensas, pero este es mi punto flaco pues cuando recibo carta
querría que su lectura no se acabase nunca y menos cuando se trata
de amigos como tú, para los cuales no tengo secretos; a propósito,
acabo de decirte que no te tengo secretos, y para que lo veas te haré
una revelación sensacional, ¡cógete fuerte!: sencillamente, se
trata de que padezco del corazón, pero no te asustes, no soy un
vulgar cardíaco sino que mi dolencia ha estado ocasionada por los
ojos irresistibles de una hermosa niñita de Terrassa que me ha
dejado el corazón hecho un helado de nata y ahora para seguir la
tradición de las novelas de amor, ni vivo, ni como, en fin no hago
nada pensando en ella, a tal extremo que acabo de tragarme
el cuello de la guerrera. Ah!!! Pero lo más trágico del caso es
que ella me quiere.
Como
puedes ver, Francisca, soy digno de compasión pues no hay nada más
triste que estar enamorado, pero, que le vamos a hacer, es ley natural y no
debo obsesionarme.
Voy
a hacerte otra revelación más sensacional todavía. - en la reciente
reunión que celebramos en Bremer los dos geniales hombres que con
tanto acierto rigen los destinos de la gran Alemania y la imperial
Italia dicen que el tema principal que tocaron fue el de la cuestión
de la rendición de Inglaterra. Allí fueron expuestas varias tesis
como la de vaciar el mar para que los acorazados ingleses quedaran
inservibles, o bien colocar minas debajo de toda la isla para volarla,
pero ambas tuvieron que desecharlas por ser demasiado costosas; la
única idea que parecía aceptable era la de rendir a Inglaterra por
hambre, pero ¿cómo hacerlo? De momento se pensó en hacer un
bloqueo más eficaz que el actual con la ayuda de la invencible (?)
flota italiana pero también se desistió de esto, pues Mussolini
dijo que bastante trabajo tenía en perseguir (?) los barcos ingleses por
el Mediterráneo. De pronto Hitler, el hombre de recursos inacabables
dijo dándose un golpe en la frente: “Ya tengo la solución” y
delante de la mirada interrogante de su cofrade Mussolini aclaró:
“Dejaremos caer sobre Londres y con paracaídas a 8 o 9 miembros de
la Junta de Abastos de España, y es más que seguro que al cabo de
una semana escasa ya bostezarán más de hambre, los ingleses, se
entiende. Supongo Francisca que cuando vaya no me pegarás por
explicarte estos chistes tan malos.
Mucho
me hubiera gustado ir a haceros compañía en vuestra excursión a
Montserrat porque yo también muchas veces evocó aquellos días
felices que espero de todo corazón que volverán en fecha más o
menos próxima.
También siento que en aquellas hojas no figure mi firma, pero si
bien no figura realmente si figura moralmente.
Hoy
no tengo otra cosa para notificarte, por lo tanto solo quiero
encargarte que saludes a todos los compañeros, a tus padres y
hermanas y tú recibe todo el afecto de tu incondicional amigo,
Ramón
Batalla