viernes, 18 de octubre de 2013

Ramón Batalla 7 de Febrero de 1942



 
Alcalá de Henares, 7-2-42
(Feliz mes en que las mujeres hablan menos)
“Ni un lugar sin mi retrato ni un puchero sin boniatos”
“Él”
Srta. Francesca Lladós
Sabadell
Querida Francesqueta: Después de pasar 25 días llenos de felicidad, alegría y otras hierbas tales como las farinetas y boniatos en compañía de mi familia he tenido que reincorporarme a la vida castrense, desgracia que te comunico en la presente.
Para los que aman Cataluña es un suplicio abandonarla pues precisamente viviendo lejos de ella hemos aprendido a comprenderla y a darnos cuenta de lo que significa ser catalán. De todas maneras he de tener paciencia pues estoy alejado de ella por mi mala cabeza, y según dice un refrán “sarna con gusto no pica”.
He tenido ya varios permisos pero ninguno como este me ha facilitado tantas novedades. Entre ellas cabe destacar la visita que el Caudillo Franco hizo a las tierras catalanas, grandísimo honor que valdría la pena registrar en nuestra maltrecha historia. No sé que tal debió ser la visita a Sabadell pero tomando como botón de muestra la que nos hizo a Terrassa y teniendo en cuenta las “invitaciones” que hacía Radio Sabadell no hay que pensar mucho para comprender que también sería algo extraordinario en cuánto a espontaneidad y entusiasmo se refiere. El día 27 la ciudad de Terrassa lució sus mejores trapitos y las mesnadas obreras fueron encuadradas en sus respectivas empresas para rendir homenaje al que tanto se desvela por el bienestar de los catalanes.
Aunque de menos importancia para el devenir de la nación que esta gran visita hay que remarcar otro hecho que afecta más directamente mi existencia; se trata de aquel incipiente idilio del que te hice una pequeña referencia. Es dicho popular que: “desgraciado en amores afortunado en el juego” pero eso es del todo inexacto, o al menos en mi caso particular. Dos veces he intentado cursar esta asignatura del amor, tan vieja pero siempre nueva. La primera vez fuiste tú, bien lo sabes, quien tuvo la virtud de suscitar en mi corazón un torrente de pasiones que seguramente todavía no han desaparecido del todo. Me obsequiaste con la cucurbitácea más grande que registra la historia amorosa, sin que eso fuera motivo de disgusto para mí, entiéndase, disgusto en lo que a nuestra amistad se refiere, pues sólo yo sé el gran desencanto que este ruidoso fracaso me produjo; en efecto, aquel convivir en el Instituto me había hecho darme cuenta de que tú representabas una chica hecha a la medida de mi manera de ser, que ya es mucho decir, pues yo mismo reconozco que tengo un temperamento un poco raro de comprender. No he querido nunca pecar de iluso pero durante una temporada tú me correspondías, sí Francisqueta, las atenciones que tenías conmigo no las tenías con los otros compañeros. No habría tenido que enamorarme nunca de ti y así me habría evitado un gran sufrimiento moral. Recuerdo con tristeza aquellos días amargos de la derrota en que huyendo hacia tierras extrañas sentía crecer mi amor en progresión geométrica. A medida que me alejaba de ti más grandes eran mis sentimientos. Después vinieron aquellos días grises del campo de “veraneo” Fueron pocos días pero muy crueles, tanto, que si mi estancia allí se hubiera prolongado creo que no lo hubiera resistido con éxito. Tú y sólo tú ocupabas mi pensamiento; aquella ociosidad forzada fomentaba la idea de pensar con los seres queridos. En plena fiebre de amor escribí a mi padre para que te fuera a ver, no fuera el caso de que te hubiera ocurrido cualquier cosa.
Llegué a casa dispuesto a empezar de nuevo, mi vida anterior estaba aniquilada, todos aquellos bellos proyectos que nacían en aquel ambiente del Instituto se habían esfumado. Parecía totalmente un sueño y verdaderamente desperté cuando a mi requerimiento me dijiste que no, un “no” rotundo que me dejó el espíritu hecho un bloque helado de nata. Desde aquella ocasión no me había preocupado más del sexo contrario, hasta conocer la que ahora ocupa un lugar predominante en mi caletre.
El solo hecho de ser yo militar es propenso a hacerte suponer que mi vida debe estar íntimamente relacionada con el elemento femenino. No seré tan necio de hacerte creer que soy un santo pero si quiero hacerte constar que las pequeñas aventuras que marcan mi existencia militar son episodios banales.
El amor de ahora, lo adquirí ya hace un tiempo y también entonces me habría convenido mejor no empezar, en efecto, a pesar de que ella corresponde con todas sus fuerzas a mis sentimientos, hay una nube que enturbia el feliz desenlace del idilio, y es que ella pertenece a un mundo muy diferente al mío. Mientras yo soy hijo de una familia como tantas, ella tiene el privilegio de pertenecer a una familia de las más distinguidas de Terrassa. Su padre es propietario de varias fábricas de tejidos. Precisamente por lo que digo más arriba, o sea que yo no vivo de ilusiones estoy viendo que ella me quiere ahora por que se encuentra viviendo aquella fase de la vida en que solamente habla el corazón. Todos los actos están supeditados al corazón y solamente esta vivo para querer, pero, ¡ah! volviendo a los refranes, hay uno que dice: “en amor todo lo que no son pesetas son puñetas” y supongo que ella también lo debe saber, y por eso cuando tenga unos añitos más creo que el interés anulará el amor y yo me quedaré en la luna de Valencia. De todas maneras también he visto casos en que el amor triunfa ante todo y no son precisamente en las novelas de este inocente Folch y Torres.
Todos estos fracasos harían suponer a cualquiera que la lotería nos traerá agradables sorpresas enseguida, pero lo cierto del caso es que nunca me ha tocado ni uno de los “iguales”. En contra mía tengo la circunstancia de verme obligado a hacerle el amor por carta, pero tengo el consuelo de pensar que dentro de 22 meses ya seré libre para dedicarme a quererla de cerca, admitiendo que antes no haya una ruptura de las relaciones.
El tercer acontecimiento remarcable del permiso fue nuestra entrevista y sobretodo la lectura de aquella carta que estabas a punto de enviarme.
La leí repetidas veces pues tienes una redacción que me encanta, ya que desdicen mucho de mis aburridas cartas y habla mucho en favor tuyo, pues por regla general las cartas de chicas son tontas e insustanciales. Tú eres diferente y cada carta tuya es una muestra de tu alta personalidad. Puedes creer que “aquel” de Astorga tiene una gran suerte, digno de ser envidiado, al contar con tu amor y sobre todo con tus cartas de amor que deben ser una cosa seria. Dices que perdone tu tardanza y yo pienso que no tengo que perdonarte nada, muchas gracias, pues aún quieres distinguirme con la gentileza de escribirme alguna carta a menudo.
No soy tan rencoroso como para desperdiciar una ocasión de saludarte personalmente bajo la influencia de un enfado cursi, por lo tanto protesto de tus palabras y suposiciones que dan a entender que no me conoces mucho.
Cartas como las tuyas me alegran infinitamente, pues me traes el recuerdo de Cataluña y además son una inyección para mi espíritu.
Escríbeme, Francisqueta, escríbeme, que tus cartas serán, siempre y cuando lleguen, muy bien acogidas y enseguida contestadas.
Contra mi voluntad tengo que poner punto y final, pues esta a punto de tocar aquella chusqueril “fagina” y ya sabes que el estómago no entiende de razones y menos en estos tiempos.
Antes de acabar te diré que mi aparato está gravemente averiado y no podrá volar en mucho tiempo.
Saluda a tu familia y en cuanto a ti, recibe el afecto que te profesa tu amigo
Ramón.

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